jueves, agosto 6

venenoso licor.


Ha caído la noche en mi ciudad y los ánimos comienzan a bajar, el brote de la luna atrae mi deseo por beber ese licor, que me hace sentir en un cumbre de osadía y resplandor.
La suave niebla se ha asomado, junto con mis lágrimas & junto con ese trago anestésico, tratare de aguantar una noche completa sin aludir al temor.
Dos tragos & el relajante aroma de un incienso, me acompañaran en mi frío capricho de evadir mis penas alagando a una curvilínea botella.
El reloj marca las dos de la mañana & la noche parece muy fría, el viento cruza mi ventana & me golpea muy fuerte el rostro, intenta seducirme a caminar hacia esa ventana de cortinajes movedizos. Pero mi adicción esta noche es más grande, y el ahogar las penas como dirían mis amigos es lo que me convoca a sentarme en la alfombra hoy.
Fumo algunos Malboro´s, combinando la brisa nocturna, con el humo de incienso & con el humo del cigarrillo, envolviendo mi vista, jugando con mis pulmones. ¡Ya no me importa! Hoy no me importa respirar.
Luego de cuatro tragos, los golpes que me da la ventana ya no parecen ser tan duros y las penas, no solo son penas, sino que esta vez las siento veneno que recorre mis venas y me matan poco a poco.
Me levanto con dificultad, tratando de dibujar una linea para caminar sobre ella. Un par de pasos desequilibrados hacia la ventana en busca de esa brisa golpeadora que me mantenía despierta, me pondrán frente a la que podría ser mi última decisión.
Mi cabeza es incapaz de tener una buena idea & de llevar a cabo un razonamiento completo, mas la garra adquirida por aquel dulce y adictivo licor serán quienes deciden esta noche el infortunio de mi denigrante desenlance.
Cuatro pasos lentos, envueltos en humo e incertidumbre, un vaso con restos de licor y una gota que esbozan mis ojos, son los últimos que me ven dando pasos indeciso esta noche.
El reloj ha marcado las 4 de la mañana y me encuentro frente a la baranda de mi balcón. Las luces se han ido en los edificios aledaños & la oscuridad me entrega las condiciones propicias para emitir este crimen que revolotea mi mente desde que el fracaso es mi nueva opción de vida.
En mi embriaguez, calculo la altura, imaginando menos daño de los que en realidad me harán 8 pisos. Trepo por la baranda sin ningún miedo ni inprecisión y ahí me encuentro despidiéndome con el vaso en la mano y con lágrimas que terminan de caer por ya no poder con este dolor. ¡Esto debo hacerlo rápido! Es lo último que pienso antes de deslizarme junto a ese suave viento que ha golpeado mi rostro. Bebo el último sorbo y decido dar final a mi caída en ese abismo, tocando el más negro de los fondos, ya no existen confusiones, ya no existe más vida para mi.-

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