jueves, noviembre 19

En una brisa.

Como una brisa suave le sentí llegar, no pude reconocerlo en su primera entrada, desentendida corrí la mirada & continué mi tejido, los palillos enredados en la lana, mis manos enredadas en los palillos, mi mirada enredada en el tejido.
Lo tire hacia un lado algo frustrada & voltee mis ojos, ahí estaba el hombre tibio que cautivaba mis pasos caídos, mi voz enturbiada, mis latidos perdidos, entusiasmada di un salto y lo abrace, el no respondió a mi saludo, cabizbajo asomó una lágrima que anunciaba un mar que secarían mis hombros, sus brazos fuertes entre los mios parecían los de un frágil niño, no tenía recuerdos de haberlo visto antes así, su rostro enpalidécido comenzó a asustarme, su llanto ahogado me contagiaba, me hizo llorar.
El suave cantar de las aves era lo único que quebraba el silencio, él levanto su rostro y me miró a los ojos, me tomo de los hombros alejando su cuerpo del mio, con la manga de la camisa secó las lágrimas que aun asomaban, su mentón temblaba, mientras mis manos sudaban, comencé a formular ideas de lo que pasaba, pero no quise emitir palabras.
-Me tengo que ir- dijo entre tartamudeos nerviosos, mirando hacia el suelo, como si conversará con mis pies descalzos. Intente abrazarlo, pero aún me sostenía de los hombros y no lo permitió, bruscamente lo hice a un lado y me lance sobre la cama con un nudo en la garganta que pronto se desataría en llanto. -¿Por qué?- pregunte con miedo a escuchar esa respuestas que ya habían perturbado como cuchillos mi cabeza. no fue capaz de mirarme a la cara, metió sus manos en los bolsillos, saco un fajo de billetes y los dejo sobre la mesita al lado de la cama. -No quiero tu dinero- Grité enloquecida aferrada aún a la almohada & llorando a mares.
-Perdóname- dijo, asomando la última lágrima que yo vería caer de sus ojos, pues luego dio media vuelta, tomó su chaqueta cargándola sobre su brazo derecho, comenzó a caminar hacia la puerta, mirando toda la extensión del lugar con la misma emoción de la primera vez. Colgó las llaves lentamente luego de abrir la puerta & salió sin importar mi estado.
Después de cinco años, así lo recuerdo, mientras yo sigo tejiendo un chaleco para él, con mis manos enredadas en los palillos, los palillos en la lana, esperando que como una brisa suave vuelva a cruzar la misma puerta.